Juntanto letras

Cada vez que se me olvida escribir, retomo unas copias del texto de Orwell Why I writte. Así, depende del tiempo y la urgencia, lo leo en español o en inglés.
Cuando se me olvida escribir, cojo un bolígrafo medio gastado y me esfuerzo por subrayar titulares en un periódico, o frases sueltas en un libro de segunda mano (para la posteridad, para el Alzheimer, para que mis hijos sepan qué leía).
Siento un gargajo que me impide respirar con normalidad, tampoco me deja comer y salvo agua, poco más entra por la garganta. Con un gesto que sale desde el estómago, escupo: en un periódico, en un folleto, en una servilleta o en una libreta de publicidad.
Despeja la garganta y suaviza la nariz. (Por si me acusan de plagio los enemigos del collage)
Cuando miro a los amigos que admiro, cómo deslizan el bolígafo, la pluma, el lapicero o los dedos sobre las teclas, me olvido de Paul Auster, me olvido de Charles Bukowski y hasta me olvido de Manuel Vicent. Incluso me olvido de J. Verne.
Pero no me olvido de Orwell porque entiendo en su interior la misma necesidad que ellos tienen para sacar lo que tienen dentro (historias, inventar historias y sostener conversaciones con personas imaginarias)
Es complicado ganarse la vida escribiendo, pero muchos lo hacen, y si muchos lo hacen es que no es imposible.
Quizás sea cuestión de colocar una palabra detrás de la otra hasta dar el salto de mero mecanografiador a escritor vulgar y corriente. Luego puedes dar el salto: escribir una novela de vampiros justo cuando se pone de moda (no antes ni después). Escribir una novela histórica cuando lo dictan las editoriales (no antes, sería imposible su venta), escribir poesía un mes antes de presentarse a un concurso millonario que al tiempo te edite un tomillo y dejarte barba y comprar un reloj de bolsillo, etcétera.
Otra cuestión diferente (todo cambia cuando uno escribe. En esta hora el mundo se revuelve) es cuando tienes algo que decir, y lo dices, y te partes los puños contra muros indestructibles. Porque sabes que son indestructibles, sabes que perderás la vida.
Pero muchas veces la vida es partirse la cara contra los muros indestructibles. Y hay quien sólo sabe hacerlo juntando letras, que conformen palabras y, con suerte, cuenten algo interesante.

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