Acompañar en el dolor

La muerte es un acontecimiento trágico siempre, a pesar de que es un acto diario y habitual, no estamos preparados para afrontarla ni asumirla. En determinados casos la tragedia hace que nuestras vidas se vean condicionadas durante el resto de nuestra existencia.
Con el fallecimiento de dos estudiantes Erasmus en Alemania, lo primero que he pensado ha sido en sus familias; después en la mía, que también perdió en un accidente a una persona que disfrutaba una beca Erasmus.
La magnitud de la tragedia sólo se puede medir de manera individual, el dolor no se puede medir nunca, y no suele desaparecer. De ahí que en estos momentos sólo queda acompañar en el dolor a estas familias catalanas que han perdido a dos chicas que fueron al extranjero con la intención de aprender un idioma, tener una mejor experiencia vital y universitaria, e incluso lúdica.
El recuerdo en mis carnes y en la de mi familia me hace ser pesimista. El recuerdo del dolor (que no se ha pasado), el recuerdo de las dificultades a la hora de que nuestro familiar volviera a casa (si no hubiera sido por la ayuda de personas como I. Felpeto, V. Castellanos, o B. Luytten, nos habría llevado semanas el traslado), o el dolor insufrible e inhumano de pelear con empresas de seguros incluso años después, me llena la cabeza y me inunda los ojos.
En estos momentos, me gustaría acompañar en el dolor a estas familias destrozadas, pero sé que lo único que necesitan es “que no hubiera sucedido”. No necesitan consuelo ni palabras amables, no necesitan periodistas alrededor haciendo preguntas imposibles de responder; no necesitan multitudes, sólo asumir una tragedia imposible de asumir y tratar de convivir con ella a partir de ahora.
El recuerdo es maligno, es cruel, nos pasa factura cada vez que oímos una catástrofe de este tipo; y a ellos les va a pasar factura igual que nos sucede a mi familia y a mí.
Les diría que el tiempo, les diría que la familia, les diría que las asociaciones de duelo, les diría que el trabajo, las terapias o las medicinas; pero les estaría mintiendo. Sólo cada persona sabe cómo sobrellevarlo, cómo soportar el día a día, el dolor y la pérdida. Todos estos elementos que digo ayudan, pero es algo tan personal que no hay una receta exclusiva. Y, desde luego, no son más que un alivio, una pequeña ayuda.
En un día como hoy, mi recuerdo se centra en Nacho, en Clara, en Marta. Pero, sobre todo, en sus familias, quienes están sufriendo ahora todo el dolor que una persona jamás debería soportar.

Entradas populares de este blog

Por ser tan chulo: un brindis

No me quieren en un trabajo que no he pedido