Helados a 40 grados


Cuando en pleno mes de agosto amenazan con subidas de temperaturas es para reír o llorar porque poco más se puede hacer. Cuando uno, además, es alérgico a los aires acondicionados sólo se puede sufrir en silencio y la gota gorda. Con un buen café caliente entre las manos para ser más chulo. Es como comer helado en invierno y nevando, el cuerpo lo agradece.

Luego cojo la bici y en plan Verano Azul, me desplazo de A a B, con mala suerte a C, y después vuelta a B, y, por supuesto, a A, donde descanso con gusto.

Y claro, me siento en mi sillón orejero, que arde y dejo a mi espalda resudar, gotear y descansar.

Me pongo a pensar en la tele y en la predicción del tiempo de mañana, ¡qué más me da!

"Anda hijo número 1, vamos a comernos un helado", le digo.

"Yo también, yo también", dice número 2.

Y los tres nos olvidamos de todo.

La jefa de la casa nos mira con envidia y se sirve otro helado.

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