Salir en barco, tomar un barco

He vuelto a leer a un escritor hablando de escritores y esto tiene un problema. Me da por pensar y luego, por escribir.
Un japonés, K. Oé, hablando del consejo que le dio un maestro suyo hace casi cien años. Y el consejo era bien sencillo, dirigido a los jóvenes escritores: coged un barco, pasadlo mal, pasad hambre y sufrimiento. Y, si puede ser, compartidlo con otros.
Un consejo más para mi amplia cartera de consejos a escritores, uno más.
Pero éste era de los buenos, de hecho, Paul Auster lo tomó al pie de la letra (aunque desconozco si lo conocía) y recorrió el mundo en un petrolero.
He calculado las posibilidades, trabajo, señora, niños, familia. Y este orden es aleatorio, no de importancia. He cogido sólo un barco en mi vida, aviones, unos cuantos más, autobuses y trenes a cienes. Hambre no he pasado, ni penurias de consideración que no fueran totalmente temporales.
Sufrimiento sí, a manta. Y, por desgracia, aparece cuando quiere, a traición, avisando, de mil maneras.
Así que, nada de barcos ni de perderme en los mares del Sur, ni del Norte ni nada parecido, ni hambre ni falta que hace. Y ojalá nada de sufrimiento, pero esto es imposible.
Un consejo más para jóvenes escritores.
En el servicio, cepillándome los dientes tras la comida, he visto las canas en mi sienes y he comprendido muchas cosas.

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