Un homenaje vaquero y chulo

Un sábado cualquiera cogí mis pistolas y salí a la calle en busca de mi destino.
Las botas me quedaban bien, el chaleco y el sombrero, por supuesto, ajustados. Uno, recto sobre el pecho, el otro ladeado sobre mi ojo derecho.
Primera esquina, ni un forajido, ni un forastero.
Segunda esquina, ni siquiera el sherif, ni siquiera un indio o un chino.
Tercera esquina, un banco (entidad de crédito), una cadena de moda y un periódico donde pagan a sus licenciados y licendiadas (profesionales y profesionalas) 800/900 euros al mes.
Dejo caer las manos sobre los revólveres, el pulgar acariciando las cachas, el índice nervioso.
Varios despidos innecesarios e injustificados, ¿es motivo para liarse a tiros? ¿Insultos, vejaciones? Las balas palpitan en el interior del tambor de ambas pistolas.
Me lanzo al interior, como un poseso, disparos, tiros, humo, bienestar.
Alguien suspira desde un rincón, el pecho ensangrentado: "Y el periódico de dos manzanas más abajo, ¿qué?".
Recargo mis pistolas, con una sonrisa terrible en los labios, los dientes negros del odio y el tabaco de mascar.
-Conque...dos manzanas más abajo, ¿eh?

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