De 15 a 80 en un salto

Ayer vi a un colega de cuando los 15 años, cuando la mayoría de las cosas eran tan importantes que te hacían llorar, sufrir y/o suicidarte.
Salíamos de cervezas, tomábamos cafés, jugábamos a baloncesto y dejábamos los días pasar como si tal cosa.
Una vez me contó la historia de cómo había conocido a una chica estupenda y había quedado con ella para el viernes siguiente, era la época en que se quedaba de fin de semana en fin de semana, no a diario. Estaba emocionado y así me lo contó.
Pero la mala suerte se cebó con él, y le marcaría durante un buen tiempo. En este caso concreto tuvo una caída jugando a baloncesto y se jorobó una pierna a base de bien, de manera que cuando llegó el viernes no pudo acudir a la cita.
En aquella época no había móviles y casi nadie se pedía el teléfono, te fiabas de que la otra persona apareciera. No sabemos si ella apareció, pero él no. Estuvo lesionado casi un mes y no volvió a ver a la chica en mucho, mucho tiempo. Ni siquiera se molestó en darle explicaciones, ¿para qué? El que deja colgada a una chica con 17 años, la lleva clara.
Lo volví a ver ayer. Tenemos 80 años entre los dos, pero su cara me dijo que él podía tener los 80 él solo, su mirada agotada, alejada de cualquier cosa que podamos llamar alegría o esperanza.
Me miró desde lo más profundo y sí, vi a mi amigo, pero aquel que tenía 17 años y saltaba y corría de un lado a otro de la cancha, no al tipo de 40 que me decía "sí, sí, nos vemos, sí, sí, el trabajo, sí sí, los críos, sí, sí, la crisis".
Supongo que la mala suerte es como tener el pelo moreno o rubio, te toca y te aguantas y como mucho puedes teñirte. Aunque en su caso tampoco sé bien si fue mala suerte, malas elecciones, malas compañías, o simplemente la vida.

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