El perro sabía que mejor apartarse de las personas


Las cosas que más risa me suelen dar son las que menos gracia hacen.

De paseo de vuelta a casa, en un paso de peatones cualquiera. A un lado, con chaquetón negro, gafas de sol negras y perro lazarillo, una señora ciega a la espera de que su perro le diera la opción de paso.

Al otro lado, con metro ochenta, abrigo marrón, pies temblorosos y cara de mal humor y 85 años, un señor malencarado.

-Papá, está verde. -Es la señal de mi hijo. Y salimos todos hacia delante, señora invidente con perro, perro, señor malencarado y actor secundario con secundario junior.

La señora no ve, el perro y el señor sí. Yo me alejo un poco porque lo veo venir, no por astucia sino por maldad.

La señora roza levemente, y digo levemente al señor de paso tembloroso (si el perro hubiera ido por el lado del señor, no hubiera sucedido nada, el perro se habría separado: conoce el genio amable de las personas). ¡Y se pone a chillarle a la ciega! Que es ciega pero no sorda, error que cometen muchas personas cuando se dirigen a ellas (como hablar en indio a los extranjeros).

El señor se para en mitad del paso de peatones, Side Show Bob Junior lo mira estupefacto.

-Papá, ese señor se ha parado en mitad de la calle y está enfadado, ¿por qué?

No sé qué contestar, le tiro de la mano para que no haga caso, mientras el malencarado sigue con su diatriba contra la ciega...que ya está en el otro lado y logicamente, no sabe si la cosa va con ella o no.

El señor viejo (hoy no es una persona mayor, hoy es un viejo cascarrabias) sigue caminando ya fuera del paso de peatones, murmurando sobre los perros, sobre las personas maleducadas y sobre la falta de civismo de algunos que no miran por dónde van...

-Papá, ¿qué le pasa a ese señor?

-No lo sé, hijo mío, la verdad es que no lo sé.

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