30 años de siniestros

Kiko Veneno mola, es indudable, pero Siniestro también.
Al menos a mí me gustaban mucho. Y no voy a decir aquello de que antes eran mejores porque para gustos los colores.
Los escuchaba en LP, en disco de vinilo, como se llama ahora y en cinta de casete, claro. Que no sé cómo se llamará ahora.
El que esté libre de Siniestro que tire la primera piedra.
Y el que esté libre de anécdotas con Siniestro, también.
Contaré algunas de las mías con la única excusa de que Julián, el único que queda de Siniestro, celebra los 30 años del grupo. ¡30 añazos!

La primera: me acerqué a verlos a La Roda hace unos años, en unas fiestas de Agosto. Recién sacado el carnet. Si ahora no tengo reflejos, en aquella época, no sabía lo que eran. Lo que sí sabía era que la Guardia Civil esperaba a todos los que iban a las fiestas para multarlos (quiero decir, para prevenirlos de que no condujesen borrachos). Con lo cual me metí una sobredosis de cocacola que me tuvo alterado una semana. Maldito refresco estadounidense.

(Esta canción es la más apropiada que he podido encontrar)
Vi el concierto sin beber cerveza, bailé, hice el tonto y me dispuse a irme a Albacete de nuevo. En la salida un tipo hacía autostop. Le dije si lo llevaba, cosas de juventud, cuando me di cuenta de que era el bajista de Siniestro, el rubio, JA. La Guardia Civil no nos paró pero no por falta de ganas sino porque ya tenían a dos.
El pobre no tenía viaje para Albacete y se fue en el primer coche de un adolescente cualquiera. ¡Podría haber sido un psicópata! O podría haberlo sido él.
Lo que pasó en el viaje y después no tiene la menor importancia.
Anécdota dos: vímoslos en Villarrobledo, en los buenos años 80. Creo que yo no era mayor de edad todavía, lo cual no es novedad ni condicionante. Fuimos el Uva y yo, y medio pueblo, claro. El concierto se celebró en un local de esos que aparecían en verano y luego desaparecían. Estaba en las afueras del pueblo. Y nos lo pasamos de maravilla, aquel fue uno de los buenos.
A la salida, íbamos comentando lo poco que ligábamos y lo buenas que estaban las punkis de 20 años de nuestro pueblo (a las que nunca pudimos echar los tejos, nos llevaban mil años y nosotros no teníamos cresta) cuando, de repente, se fue la luz.
Parece una tontería decir que se va la luz en mitad de la calle. Pero prueba a llegar a casa en un pueblo sin farolas, sin luna y sin coches (eran los 80).
El Uva y yo sufrimos un ataque de risa, luego un ataque de histeria. ¡Y si aparecíamos en San Clemente en vez de en su casa!
Nos decidimos por lo más lógico, ir pegados a las paredes, y en cada esquina tratar de visualizar la siguiente calle. Si teníamos  suerte y pasaba un coche (eran los 80) podíamos acelerar un poco y entrever unas cuantas calles más. Tardamos en hacer un trayecto de 15 minutos, cerca de 33.
Fue un buen concierto.
La última anécdota fue una noche que me crucé a Julián en Malasaña, pero no hubo concierto y no me queda espacio. Además, eran los 90 largos.

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