Adelanto del Reto Fancine 2012 (Una cuestión de tiempo)

Para escuchar mientras lees:
(como mi queridísimo Juan García. Rodenas ha abierto la veda, yo os dejo un cuento que podría haber estado en el Familly Killer 4, pero no está. Aunque podría)

(Actualización, porque blogger lo había descuadrado casi todo)

UNA CUESTION DE TIEMPO

—Yo es que sólo quiero hablar, ¿sabes? —Le dijo la chica al chico.
Él se quedó pensando en qué significaba hablar, porque llevaban cerca de dos horas hablando. Y después de hablar venían los besos, después de los besos, el toqueteo y después del toqueteo, por supuesto, todo lo demás.
Él se la quedó mirando, era la chica más sexy que había en el instituto, 17 años de pelo negro rizado apenas rozando su cuello. Un cuello dorado por cientos de horas de sol, de deporte al aire libre. Deporte que había moldeado su cuerpo con una desvergüenza poco habitual. La naturaleza era así de pícara, ofrecía exhuberancia a las adolescentes deportistas.
La miró de nuevo su boca, esa misma boca que sólo quería hablar, tenía los labios más gruesos que Ignacio hubiera visto en toda su vida (todavía no conocía a ninguna chica de Cuba, Venezuela o África).
La contempló cómo sonreía, con estúpida candidez mientras contemplaba sus opciones: aguantar y decir en el Instituto que salía con la tía más estupenda, sexy y atractiva de todo el pueblo, o largarse a hacer lo que su cuerpo le pedía. Y tomó la decisión que consideró más atinada: hacer caso al cuerpo, a las hormonas.
Pero en su caso, con un asomo de caradura:
—Creo que ya hemos hablado demasiado.
Se largó.
Ignacio se fue de allí, de aquella habitación que olía a Nenuco y de aquellas manos suaves, deliciosas y sexys.
Poco después tuvo que irse del pueblo, del Instituto y casi de España. Hizo la mili donde la península pierde el nombre. Olvidó por completo el dolor de bajovientre provocado por aquella damisela que necesitaba un príncipe azul y no un amante.
Tuvo la suerte de desaparecer, nadie podría decirle si había hecho o no lo correcto.
Aprendió que lo correcto a veces no merece la pena.
Aprendió que lo correcto aparece, desaparece y, en cada momento, supone una cosa distinta. Los años pasaron para él como para cualquier otro, lento a veces y a veces a velocidad Star Trek.
En su caso, fue el único del Instituto que se hizo famoso. Fue el único del pueblo que se hizo famoso. De hecho, era tan famoso que llegaron a construirle un monumento conmemorativo a la entrada del pueblo. Bueno, no exactamente a él, pero esta es otra cuestión, Ignacio estaba orgulloso y se sentía orgulloso.
Los años habían pasado bien para él, sabía que la mayoría de los hombres envidiaban su manera de vivir, la manera en que llevaba ganándose la vida desde los veintipocos años. Aunque él no contaba la parte complicada, eso se lo quedaba él, no interesaba a nadie.
Su nuevo proyecto vital-profesional era un tanto extraño para mucha gente, algo que ya se había hecho pero que en España resultaba novedoso y, desde luego, provocador. Un proyecto del que se sentía orgulloso y al cual le dedicaría los próximos dos años.
La prensa le dedicó muchos titulares insidiosos, muchos artículos graciosos y muchos otros que rozaban el absurdo. Pero él siempre recurría a aquella trillada frase: “Que hablen de uno, aunque sea mal”.
Sonó su teléfono, la revista de hombres M&S -Modern and Sexy- quería entrevistarle.
Concertaron la cita a través de una de las administrativos de la revista. Le comentaron que la periodista se llamaba Paula Sánchez del Hoyo. Aquel nombre le sonaba tanto que le partía la cabeza no recordar dónde lo había oído.
No era demasiado bueno com los nombres, había conocido tantas chicas a lo largo de su vida que resultaba poco menos que imposible.
Lo dejó pasar.
Cuando la mujer entró en la habitación del hotel donde Ignacio recibía a la prensa para las entrevistas de promoción, no pudo evitar darse de cabezazos (imaginarios) contra la pared.
Claro.
Aquella chica morena, sexy, deportista de su adolescencia, se había convertido en una mujer madura, espectacular y que vestía traje de chaqueta negro, sin camisa, sólo un sostén que no se veía, pero Ignacio sabía intuirlo.
Igual que intuía las formas maduras, alejadas de la adolescencia.
—Qué casualidad.
—No ha sido casualidad, Nacho, he elegido yo la entrevista, hace tiempo que te voy rondando. —Eso dijo, rondando, no utilizó otra palabra sino ésa. Ignacio se puso en guardia, nadie podía con él en las distancias cortas y, desde luego, las aprovechaba como nadie. Se sonrió sin malicia.
—Bien, bien, cuánto tiempo sin vernos...
—Han pasado más de veinte años —concluyó ella mientras dejaba la grabadora en la mesa y cruzaba las piernas de manera insinuante.
—Pues tú dirás —volvió a decir Ignacio apoltronándose en el sofá de la habitación del hotel, relajando la espalda y bajando un poco el trasero hasta el borde. De manera sutil abrió un poco más las piernas para comprobar, como efectivamente sucedió, que ella no podía parar de mirarle el paquete.
A esto también estaba acostumbrado.
Paula llevaba el pelo un poco más corto que en el Instituto, apenas asomaban unas canas que le otorgaban un destello plateado a sus sienes muy atractivo. Se acercó un poco más y susurró con voz melosa:
—Llevaba mucho tiempo esperando esto, ¿sabes? Casi desde el Instituto.
—Ah, el Instituto —Ignacio se dejó hacer. Las distancias cortas, sin duda, eran lo suyo.
Ella se aproximó un poco más, mostrando un canalillo elegante, pulcro y más voluminoso. Casi sin que Ignacio se diera cuenta, se quitó la chaqueta.
BINGO
No llevaba camisa, sólo un sostén azul marino.
Volvió a mirarlo a los ojos, se acercó y le susurró de nuevo al oído.
—De verdad, llevaba mucho tiempo esperando esto. Y va a ser mejor de lo que pensaba —dijo estirando las palabras y acortando las distancias.
—Pues verás —dijo Nacho sin moverse ni un centímetro, sonriendo y rascándose el muslo con suavidad—, yo es que sólo quiero hablar, ¿sabes?

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