Una china en el zapato, buena suerte

Uno se levanta y sigue ciertas rutinas que, en mi caso, son piedra de salvación: ducha, café, radio.
Uno espera que estas cosas simples se conjuguen de manera acertada día a día. Pero a veces no es así. Un pantalón sucio, unos calcetines con patatas, una camisa sin botón o los zapatos sucios.
Esta mañana me ha sucedido una de esas cosas divertidas que podrían haberme obligado a limpiar mi escopeta de caza y subirme a la azotea.
Preparado para salir a la calle, a trabajar, con los pantalones, la camisa planchada, el bolso lleno de cosas inservibles, me he calzado las botas y algo no funcionaba: una china o una arruga del calcetín.
He hecho como suelo hacer: sacudir un poco la bota para recolocar las cosas, pero el objeto seguía en su sitio. UF.
He caminado un poco, apenas dos pasos en la cocina y seguía allí.
Me han venido a la mente las cosas que podría tener en el interior, desde la cosa más rara que una vez vi, una babosa (sucedió en Inglaterra y era el primer bicho de este tipo que veía en mi vida, un caracol sin casa), a la más obvia arena de playa.
Me he quitado la bota, lo he sacudido, una moneda de dos euros.
Ni siquiera he pensado cómo ha podido llegar allí, Carletes, mi duende particular, especialista en esconder, encontrar y sonreír, especialista en caídas y caminar por el filo de lo imposible. Él que se autodefine como Hombrearaña (nunca spiderman).
Así que he mirado el lado positivo de la vida, he encontrado dos euros, porque nunca fui consciente de haberlos perdido, con lo cual no hay mejor manera de salir de las rutinas diario-mañaneras.

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