Bailando como ellas, bailando como Prince

19 de abril de 2024

(para que sepas en el año en que vives)

Cuando era más chaval, me encantaba ver los bailes funki de los vídeos de la tele, mujeres como Paula Abdul, con sus coreografías que todavía hoy se siguen copiando y copiando en vídeos de redes sociales y programas de aspirantes a estrellas; o los coros de mujeres bailarinas que para mí suponían un ejemplo, porque no tenía referentes masculinos, salvo el bailarín de Bony M. (Bobby Farrell) que pegaba saltos, subía, bajada, giraba de manera un tanto anárquica. Sé que había muchos bailarines españoles que aparecían en aquellos programas musicales de los años 80, pero qué le vamos a hacer: no me convencían tanto, supongo que la culpa no era suya, sino de las coreografías que les hacían bailar. En la memoria de una persona los recuerdos bailan, como es posible que bailen las fechas; podría recordar a través de los ojos de Internet y la Wikipedia, no sería lo mismo.



No recuerdo la primera vez que vi a Prince, pero sé que pensé: así quiero bailar yo. Vale que es una mezcla de muchos otros artistas predecesores. Sí, sí, mencionaré a James Brown para que ningún pureta se desquicie; pero Brown era "demasiado masculino", a mí me tiraba más el rollo Prince, el rollo estético de Paula Abdul, esa sensación de que hacían lo que querían, aunque estuviera controlado y meditado, siguiendo el ritmo, marcando la musicalidad del cuerpo con apenas unos giros de cadera, un leve movimiento de pie y, repentino, un giro, una caída para saltar de nuevo al aire.

Intenté ponerlo en práctica lo mejor que supe, en los escenarios donde podía: bares, bares de copas con un mínimo espacio para bailar, delante de sufridores amigos y, sí, en ocasiones, sufridores espectadores de mis golpes y giros. El rollo disco no era lo mío, a mí me gustaba bailar en los bares donde ponían música que me gustara; en los 80 y 90 era complicado encontrar discotecas en Albacete (y cerca) con música...que a mí me gustara.

Donde más me gustaba bailar era en la mini plataforma de El Torito, si sonaba Prince, doble placer. Pero es y era complicado que a uno le atinen el gusto, cuando el gusto no viene condicionado por lo de todos los días. (Puedo seguir haciéndome el guay hasta llegar a las dos mil palabras).

Todo esto solo es una excusa para agradecer a mi amiga Lola, una de las mejores fotógrafas que conozco, este regalo. Una amiga molona de esas que te llaman sin ton ni son y te regalan un libro del príncipe de Minneapolis, así por las buenas. Sigue el enlace para ver a qué se dedica.

Café, tostada, marujeo y Prince.

En el recuerdo, caderas y rodillas suficientemente engrasadas como para danzar con cierto aire en bares de provincias.


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