periodistas

Ayer fue el día de los periodistas porque lo dice el santoral, pero conozco a pocos que se fueran a celebrarlo...como normalmente se celebran los santos en mi pueblo.
No hay mucho que celebrar, no os diré el número de medios de comunicación que cierra porque es muy elevado y lo podéis ver en otros sitios. No os diré el número de periodistas que han despedido por las mismas razones, pero sí os puedo decir la sensación que tienen muchos de ellos, periodistas de formación, de profesión y corazón.
  • Uno, que lo peor está por venir.
  • Dos, que la profesión está degenerada y no por culpa suya.
  • Tres, que en breve emigrarán a otros sectores. (Muchos de ellos ganaban más en los bares de su pueblo, en la vendimia o en las extras que echaban los fines de semana cuando estudiaban la carrera).
  • Cuatro, megaupload da risa frente a la cantidad de portales web que copian la información que otros se trabajan y por la que cobran cuatro duros (sí, duros, de los de antes).
  • Cinco, en el momento en que no tengamos medios de comunicación BUENOS, estaremos perdidos a nivel social y político.
El gremio está enfadado, mucho. 
No me voy a cebar en este sentido sino en otro diferente: la necesidad del buen periodismo y de los buenos periodistas (de profesión y de corazón).
Es el siglo XXI una época de muchos cambios, pero si uno se fija bien, la historia es cíclica, las cosas se repiten y la sensación de que somos los mismos los que pagamos, no nos las quita nadie.
En una época aparecieron los pasquines, a modo de información fidedigna de lo que sucedía. Un periodista escribía lo que pasaba, lo que pasaba de verdad, no lo que ciertos poderes decían que pasaba y que obligatoriamente había que escribir. Y esos trocitos de papel corrían de mano en mano y la gente incluso los memorizaba.
Seguro que muchos de vosotros conocéis anécdotas parecidas, como la que me contaba mi abuelo al respecto de esas personas que cogían un periódico y se lo leían a los demás compañeros de fábrica, para que se enteraran, para que supieran lo que sucedía, para que aprendieran.
Eso es un periodista. No es el tipo al que un partido político obliga a publicar determinadas noticias, al que un comercial recuerda que en su medio mandan las inserciones publicitarias. NO.
El periodismo es hacer que la gente piense, hacer que la gente lea y sepa por dónde se mueve. Porque en este mundo cada vez es más necesario tener voces que nos orienten y nos digan si hay baches y cómo sortearlos. O, al menos, que nos cuenten y ya decidamos nosotros si caer o no caer.
Yo no tengo las soluciones, ojalá. No tengo el dinero: sigue en los bolsillos de los de siempre (no ha desaparecido, no), pero sí sé que mis amigos (y algunos no amigos) de los medios de comunicación están más que cabreados y empiezan a decir cosas en sus respectivos trabajos porque han visto como periódicos, radios y teles se convierten en entidades financieras donde entra y sale dinero y salen, salen, salen despedidos periodistas. Porque a las entidades financieras no les importan ni interesan las personas, sino el dinero, al coste que sea.
Algunos de estos medios ni siquiera se dan cuenta de cómo pierden a profesionales como la copa de un pino, cómo Internet se los está comiendo (con las copiadas a lo bestia), y cómo las cosas interesantes y el buen contenido, sus trabajadores las dicen fuera, en sus blog, en sus caralibros, en sus tuiter...y no en sus medios de comunicación/trabajos/entidades financieras.
Ah, y cuando hablo de periodistas güenos, me refiero de los de provincias, nada del rollo estatal cara bonita, sueldos millonarios. Me refiero a los que cobran mil raspaos (como casi todo el mundo) y pueden hablar de las cosas a ras del suelo, letras con olor a sudor y a rabia.

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