Germán Coppini, de calcetines amarillos y zapatos azules

No voy a hacer comparaciones pero hablaré de mi punto de vista, que es mío.
Recuerdo dónde estaba cuando murió Kurt Cobain, recuerdo el especial de Radio 3 y recuerdo muchas más cosas, entiendo su importancia en la música del siglo XX y del rock en general.
Pero cuando esta mañana, con los regalos de papá Noel recién abiertos, he leído la noticia de la muerte de Germán Coppini se me ha venido el mundo abajo, en un sentido artístico y musical claro. Porque este músico era mucho más, suponía mucho más y me influyó mucho más de lo que nunca pudo hacerlo el rubio de Seattle.
La cabeza ha empezado a darme vueltas porque no, no era sólo Siniestro o sólo Golpes Bajos, no era sólo malos tiempos para la lírica. Para mí eran muchas cosas que explico porque mi opinión es mía.
Era apenas un chiquillo cuando empecé a cantar de memorieta que me picaba un güevo, debido, para variar, a los cassetes de mis hermanos. Gracias a Coppini entendí que el punk no era solo chicos con cara de malos de Londres, sino cosa de chicos de barrio de cualquier parte de España. Quise ser punk sólo para hacer canciones molonas y decir ayatola no me toques la pirola gritando sin tener nociones de música.
Yo no sabía qué era la movida, era un niño, radio 3 no existía todavía y en mi pueblo era complicado encontrar música. Por suerte mis hermanicos se suscribieron a Discoplay y todo se hizo más sencillo.
Al tiempo descubrí a Golpes Bajos, porque la educación artística de un niño galopa y yo devoraba lo que podía encontrar por casa. Qué disparate era aquel de que el mismo tipo que gritaba en un disco, recitara en otro, poesías de macarra y poesías desgarradoras, con una música que pocos han hecho ni se han atrevido a hacer. En el tocadiscos se unían gritos, cachondeo y melancolía.
Claro, al Coppini le cayeron collejas a lo bruto, por envidia, por no entender o porque eran los 80 y había que ser malo malote. Cuando estaba en lo mejor, entonces se largó de Golpes Bajos y ya nada fue igual para él, sus viejos compañeros de carretera se las compusieron como pudieron, no entro a valorarlo porque mis gustos son míos, claro. Pero os puedo decir que en el tocadiscos de mi casa, su primer disco en solitario dio tantas vueltas como mi cabeza. El ladrón de Bagdag era un disco estupendo que no tenía nada que ver con nada y nos decía a los aspirantes a punkis que la música era mucho más que berrear y golpear; daba lo mismo la ropa que te pusieras, lo importante era la actitud y, sobre todo, la música era mucho más que cualquier artículo de prensa, cualquier reportaje de la televisión o del Tocata.
¿Por qué era mayor?
Porque cuando me quedaba a solas con el mundo, las canciones con más de diez años de antigüedad, seguían ahí animándome, echándome un cable, salvándome.
Porque los discos sonaban una y otra vez, luego los grababas en unas cintas baratas o baratísimas y los escuchabas en los walkman, memorizabas las letras y las recitabas de camino a casa cuando una chica te rompía el corazón.
Porque seguía sonando una y otra vez a pesar de que la crisis de los 40 te agarrara por los güevos y te dijera que tenías que escuchar jazz, blues, o ritmos étnicos.
¿Recuerdas aquel dame un chupito de amor que compuso con el tipo de Mecano? Por dios, con el de Mecano. A mí me daba vergüenza reconocerlo pero me encantaba la canción. Dame un chupito de amor.
Luego, al pensarlo bien, me aconsejaba a mí mismo desterrar los prejuicios.
Sí, las tetas de mi novia tenían cáncer de mama, ¿se podía ser más irreverente? Los chochos volaban, o la inquietante historia de la revista, la situación que a ti y a mí nos ha pasado: llevar escondida una revista porno de camino a casa. Canciones que no pararon de sonar en mi cabeza, qué sé yo, desde los 12 años hasta los veintitantos. Unidas a disparates poéticos como Escenas Olvidadas.
Desde esta mañana me he puesto a buscar información de Germán Coppini, ya han actualizado la wikipedia y los periódicos y las teles se han hecho eco, casi todos con un copiado de una nota de prensa de otro medio. Espero que en los próximos días se lo trabajen mejor porque ninguno de ellos me ha aportado nada, nada en absoluto.
Con lo cual, ahora apago el blog, apago la luz y empiezo mi recorrido personal por las canciones.

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