Convertir Una noche sin luna en una noche luminosa

Por uno de estos azares de la vida, y gracias a la cortesía de Emma, llegaron a nuestro bolsillo (digital, se entiende) dos entradas para ver la obra de Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta, Una noche sin luna.

Me habían avisado: "¡No te la pierdas!".

Pero se me fue el santo al cielo, no saqué las entradas cuando correspondía, y solo el azar quiso que pudiera ir a verla.

No voy a analizar la obra...demasiado...no soy crítico teatral, ni demasiado bueno con esas cosas. Si puedes, ve a verla. Ya haces tú la crítica como te apetezca.

Hace unos años, por otro de esos azares de la vida, tuve la oportunidad de fijar una entrevista con Juan Diego Botto. Estaba intimidado. Hay personas que me intimidan, qué le vamos a hacer. Vino a Albacete a representar Un trozo invisible de este mundo y yo tenía la opción de entrevistarlo por teléfono. Había preparado las preguntas y quería vocalizar bien, no parecer demasiado tonto, ni obvio o predecible; cosa que cualquier entrevistador de provincias (y algo más allá) termina siendo (yo el primero).

Tramité con su agente las cuestiones protocolarias y esperé...sin revisar el correo donde me ponían que podía llamar a la hora en la que el actor podía atenderme. Azares de la vida; tal como vino la oportunidad, se fue, porque yo no revisé el correo (del digital donde se iba a publicar) para llamar al teléfono correcto, en el momento adecuado. La agente me recriminó levemente (tenía que hacerlo) que esperaron la llamada, cáspita; y a mí se me quedó cara de jili. 

Cara de jili, sí. No me temblaría la voz; algo es algo. No metería la pata con preguntas estúpidas.

Fui a ver la obra al día siguiente y me atravesó el pecho.

No soy mucho de teatro, pero Fátima me obliga a espabilar. Y, ¡fiu!, qué barbaridad. Este hombre tiene un compromiso y una manera de actuar que, aunque estés en los asientos de arriba del Teatro Circo, incluso los de visibilidad reducida, te atraviesa.



De la misma manera que me atravesó el otro día. A mí y a muchas personas que no pararon de aplaudir, a pesar de que Botto quería irse a descansar y no podía porque el público lo reclamaba de manera continuada para agradecerle, a través de los aplausos, aquella representación de su visión de Federico García-Lorca, momentos vitales, momentos importantes, y un enlace interesantísimo y comprometido, con la sociedad actual. Estoy casi seguro que de muchos de los asistentes corrieron a casa a rescatar viejos ejemplares del poeta y se acostaron con el recitado de Lorca en los oídos, a través del rostro de Juan Diego Botto. Yo no podía dejar de pensar cómo se le agradece a una persona esa manera de regalarse a los demás a través de su arte.

Un tipo que me intimida por una sencilla razón: me parece buenísimo en lo que hace. Creo que obliga a los demás a intentar ser un poco mejores.


(Las fotos son de la web unanochesinluna.com)

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