Malas historias, mal contadas

 Juntar palabras es sencillo.

Lo acabo de hacer.

Contar una historia es facilísimo. Lo hacemos a diario, es nuestra manera de comunicarnos, en sociedades como la mediterránea es signo vital: nos juntamos alrededor de la mesa, en un paseo, un café, una cerveza; nos juntamos varias personas y le damos rienda suelta a nuestros pensamientos con más o menos acierto.

Hay personas que te embelesan con las palabras, con la gestualización y los tiempos o los silencios. Anécdotas que luego más tarde, tú mismo tratas de rememorar y no consigues. Cuando recurres al "contado ahora no tiene gracia, pero fue divertidísimo". 

Hay muchas otras personas que no tienen esa capacidad.

Lo de contar historias tiene sus características, son muchas las personas que se forman para ello, se conocen los atajos, las fórmulas, viven de ello y, en ocasiones, consiguen contar buenas historias y hacerlo de manera pulcra. Pero juntar palabras no es lo mismo que contar una historia. De hecho, puedes tener una buena historia y cargártela contándola mal (si conoces a una persona que cuenta mal los chistes, sabes a qué me refiero).

Hay muchas, muchísimas personas que consideran que tienen un don, o que deben dedicarse a contar historias. Como en cualquier otra profesión, disponer de formación, incluso disponer de la experiencia, no te convierte en buen profesional. ¿Cuántas veces habéis oído la estupenda frase: "Llevo veinte años haciéndolo y nadie me ha dicho nada"? Eso no te transforma en un buen conductor, enfermero, escritor, abogado...Solo en alguien que ha pasado mucho tiempo desarrollando una misma tarea y la ha automatizado lo suficiente como para simular profesionalización.

Ahora es cuando digo el nombre de esas dos series o de esas tres películas que me he zampado esta semana, y me han puesto de mal humor, pero no me serviría de nada. Criticar es gratis, sencillísimo, desde un sofá dominguero cómodo. Así que no las nombro, aunque siempre me queda el regusto amargo de toda la cantidad de recursos desaprovechados para concluir un proyecto, por el mero hecho de la conjunción de los astros, de que alguien dispone del valor y la tenacidad para llevarlos a cabo; la suerte, los conocimientos, las amistades o las rutinas memorizadas para sacarlos adelante.

Juntar palabras es sencillo.

Lo acabo de hacer.

Contar una historia es bien fácil; contar bien una buena historia, no tanto.

historias con pies, sin cabeza


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