Inicios de película, inicios de películas

 Albacete, 15 de abril de 2024

(por si no sabes dónde te encuentras)

Supongo que, lo mismo que me sucede a mí, le sucede a mil personas más. O quizás unas cuantas menos. Es por amortiguar y por empezar de alguna manera, porque el inicio es importante, ya sabes, eso de "cómo empieza y no cómo acaba". Una de esas cosas es lo mucho que me gustan los inicios de algunas películas; creo que era Samuel Fuller quien dijo que una película interesante tenía que empezar con una buena explosión, a partir de ahí todo iría bien. Yo no diría tanto, aunque sí podría afirmar que, con una serie de imágenes que me llenen la cabeza, que me llamen la atención, cualquier película ya me merecería la pena. En algunos casos, solo los primeros minutos, pueden ser dos, pueden ser diez, me apasionan y hacen que un trabajo sea digno de ver y de repetir su visionado. 

Si luego el resto de la película es bueno, malo o regular, es otra cosa.

He empezado a ver Corazones de Hierro, de 1988, no recuerdo el cine en el que la vi, así que no auguro si era cómodo, olía a perro muerto o se te quedaba la espalda hecha un 8, pero la vi en cine y la vi en el centro de Albacete, no en un multicine de las afueras. Lo sé. El inicio se concentra en Michael J. Fox dormido en el metro de una gran ciudad estadounidense (algunos no sabríamos diferenciar Chicago de Wisconsin), con la cabeza apoyada en el cristal, con esa cara que recordamos dormido también en la película que le dio fama y cuyo inicio debería mencionar también porque es estupendo. Pero no mencionaré Regreso al Futuro, me quedo aquí con los Corazones de Hierro. Pelis que hicieron más grande a Fox.

Una parada, sonido de ciudad estadounidense, personas que bajan, personas que acceden al vagón, multiculturalidad. Un sonido chirriante y Michael despierta, se da cuenta de que, mientras él descansaba sus propios demonios (la mirada del actor en esta secuencia es tremenda), una chica ha entrado en su vagón y se ha sentado frente a él. a pocos asientos, a pocos metros. Se la queda mirando fijamente, sin descaro. La chica, al sentirse observada, le devuelve la mirada desafiante, no demasiado. El protagonista, con cierto recelo o timidez, deja que su cabeza repose de nuevo en el cristal del vagón y la película comienza a tomar forma a modo de remembranza, bajo la oscuridad de la selva del Vietnam, tal y como nos la han enseñado las películas estadounidenses, porque solo conozco a una persona que haya viajado a Vietnam y fue a las playas cristalinas. Son apenas unos minutos de introducción, suficiente para que me enganche. Quiero conocer la historia de él, de ella, quiero saber por qué prefiere descansar la cabeza contra el cristal del vagón en vez de acercarse a la chica.

https://images.app.goo.gl/m66zLjE1PE2hQrn89

En El Exorcista puedes disfrutar de otro de esos inicios tremendos. Apenas sin diálogo, solo el sonido del ambiente conduciéndote por las excavaciones de Irak, por una tetería, por las callejuelas ardientes. ¿Cuántos minutos son antes de que la acción comience a desarrollarse en las calles de una ciudad de Estados Unidos con una estrella de cine a punto de que le sucedan cosas que ni en ficción había imaginado? Otro inicio de película que veo solo por verlo, sin necesidad de nada más, sin necesidad de llegar a las partes más conocidas y llamativas de la niña...

Wes Anderson, uno de mis directores de cine favoritos es especialista en inicios de películas espectaculares. El de Viaje a Darjeeling es buenísimo. Si no lo has visto, te la recomiendo, cultura videoclip absoluta. Y sí, el inicio pertenece ¡al puto Bill Murray! Murray en un taxi cometiendo todo tipo de diabluras entre el tráfico (el taxi, no Bill M), alocado, sin diálogo, gesticulando, sin necesidad de palabras, solo sus miradas, su posterior carrera en pos de un tren que está a punto de escapársele (aunque él todavía confía). Suena una canción melodiosa rítmica de corte indio que nos va acelerando conforme vemos a Murray correr y gritar al tren "¡espera!". Cuando el sonido cambia y entra en acción otro actor increíble, corriendo mucho más que el propio Murray, con la banda sonora de The Kinks y su This Time Tomorrow

Adrien Brody adelanta al otro pasajero que no llegará al tren, alcanza al último vagón mientras un chaval lo mira sin mostrar el más mínimo sentimiento, lanza sus maletas, se amarra al tren y sube. Se queda mirando al chico y a Murray mientras se sube las gafas de sol (más adelante sabremos que las gafas tienen un sentido en la película) y sonríe con esa media sonrisa que enamora.

¡Otro inicio espectacular, colega!

Déjate llevar por los buenos inicios, una y otra vez, como si los finales no importaran, aunque a veces sí.

Los buenos inicios. Ahora me voy a ver, como en las viejas sesiones de videoclub en los años 90 entre semana, Corazones de Hierro, porque quiero saber si el final cambia, si los protagonistas dejan de sufrir, si Michael J. Fox sigue siendo el bueno de la película o aparece en mitad de la sesión de exorcismo con el padre Karras.

(Ah, no soy de la Jot Down, así que no voy a escribir un artículo de media horade lectura)

(imagen de cine y cine punto com)



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