Palestina grita quiero salir de aquí

        Llevo unos meses obsesionado con la situación que deben estar viviendo miles de familia en Palestina, no solo hoy, sino desde hace setenta años. Una situación extrañísima, siendo una familia normal y corriente, podríamos decir de clase media en occidente, pero qué lejos les pillaría a los palestinos con nuestra manera de ver y entender las cosas. Una situación extrañísima para mí, no para ellos...creo...¿cómo iba a saberlo sin un mínimo de empatía y conocimiento realista?

El otro día una periodista de referencia en España entrevistaba a una familia argentina que llevaba años viviendo en Israel. Se habían desplazado asegurando que, a pesar de la guerra que ha montado su presidente, el actual en 2024, estaban más tranquilos y seguros en Israel que en Argentina

Una de las cosas que suelen recordar en los reportajes periodísticos es que las familias se acostumbran a las bombas, los cascotes, la violencia enérgica contra ellos. Se suelen acostumbrar todos los ciudadanos de esos países lejanos a Europa, Estados Unidos, Occidente. Mientras que personas como yo nos acostumbramos a ver las guerras por televisión, a ver bombardeos por Tik Tok y cuerpos de niños destrozados que ya no nos ponen los pelos de punta más de unas décimas de segundo (los cuerpos de los niños son más crueles de ver que el resto de cuerpos. Como los cuerpos de occidentales son más duros de ver que los cuerpos muertos de africanos, asiáticos, americanos...)

Conforme estoy escribiendo me doy cuenta de que ni voy a expresar nada que no se haya expresado antes, que no se haya dicho en setenta años, ni reclamado ni denunciado. Procuré estudiarlo, no dejarme llevar por cuatro reportajes de mierda de periodistas convencionales, ni historiadores corruptos; pero con el paso del tiempo mi memoria es incapaz de analizar el odio por el odio, la posesión por la posesión y el egoísmo económico por el egoísmo económico.

Reconocerlo y poder explicarlo no es entenderlo.

Sin hablar de algo tan cruel como el tráfico de armas, y el dineral que ganan unos cuantos empresarios y sus respectivos gobiernos. Ver las películas eeuuenses sobre empresas de armas es lo más parecido a un documental sobre la realidad: la muerte de la gente de países pobres, da dinero a gente de países ricos. Cuando mi trabajo es más importante que la vida de alguien a quien no conozco del otro lado del mundo, el conflicto es sencillo de justificar.

Para que lo pase mal yo, que se muera el otro. Si está lejos, menos dolor.

Quiero escribir sobre esto, pero no tengo nada que decir salvo la sensación infantil e idiota del para ya, para ya, para ya. Me recuerda la anécdota que me contó mi amigo Tony cuando un amiguete le dijo que quería navegar con él por el océano. El día era tranquilo cuando zarparon, pero la cosa se complicó con una tormenta repentina que los pilló en mitad de ninguna parte. El amigo de Tony imploraba, no quiero estar aquí, sácame de aquí, no quiero estar aquí.

Pero había que esperar, había que esperar, ser paciente y tener suerte; porque a veces las cosas no dependen de ti mismo.

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