Compartir palabras
Por una de estas casualidades de la vida, este verano he compartido mis palabras mezclándolas con las de dos amigos quienes, a su vez, las han compartido con mucha más personas. Muchas más.
Palabras que he escuchado en la distancia y he compartido con la sensación estupenda del orgullo masticado por y para uno mismo. Sí, porque sí.
Estos días he visto cómo muchos usuarios de redes han compartido un texto que Kurt Vonnegut mandó a los estudiantes de una universidad que lo invitaron (a él y a otros muchos escritores, solo Kurt contestó) a participar. En la carta animaba a los chavales a crear, lo que fuera, cualquier cosa, solo por el placer de crearla. Incluso les animaba a componer un poema, una canción y, posteriormente, destruirla.
Solo por el placer de crear, por uno mismo, porque sí.
Entiendo el concepto, como también entiendo a todas esas personas que crean solo por el placer de compartir; o las que crean porque no tienen más remedio, o aquellas que lo hacen porque quieren fama y dinero...allá donde quiera que estén musa y diablo, claro.
Por las casualidades de la vida, he compartido mis palabras con amigos en variadas situaciones, ocupan un espacio en mi interior y ahí están genial, en perfecto descanso, como anécdotas para contar cuando el vino o las bajas defensas de mi humildad me tiren de la lengua.
Les tengo que dar las gracias por haber hecho volar mis palabras en otros vientos; compartiendo lágrimas e intensidad. Me han hecho ser un poco más feliz.
Este verano, en los labios de dos amigos que, a través de sus sensaciones, lanzaron las mías a su universo cercano.