Crónica del Rey Pasmado en el siglo XXI

Por una casualidad literaria, me encontré el libro de Torrente Ballester, Crónica del Rey Pasmado; un libro que, al buscar la foto en Google, encuentro que lo puedes comprar por un euro. Aunque en la biblioteca lo tienes más barato aún. Merece la pena, por si no lo sabías; si eres de los despistados que no lo leyó en su día. También tienes la versión cine, muy parecida al original y, desde luego, muy buena. Aunque ciertos matices se aprecian mejor en el libro. Esos son los matices que me han llamado la atención.

Merece la pena la relectura por la cantidad de verdades político sociales que cuenta, no solo las históricas, en las cuales no entro por no pillarme los dedos (para eso está google, aunque tendrás que rebuscar porque la tendencia al copia pega se cumple hasta en las críticas literarias), sino de simple actualidad: de quién te obliga a creer unas cosas u otras; de cómo un discurso bien elaborado de alguien tenaz puede condicionar a otras personas, del uso del poder, del recurso del dinero como base de cualquier otra cosa.

Centrado en una historia de la vida política en el siglo XVII, se entiende que la vida política es la vida religiosa y su poder en aquel momento concreto. Salvando las distancias, me encantan los diálogos con el diablo quien, a veces, ofrece consejos más razonables que la persona más cuerda. ¡Pero es el diablo! Un diablo con conciencia, podríamos decir.

Todas las cuestiones sexuales, de desnudos, de relaciones, de la contradicción hipócrita del puertas para adentro y puertas para afuera me interesa poco, aunque entiendo que conforman el hilo argumental, como también entiendo el papel que otorga tanto a las protagonistas femeninas como el rol que asumen por esa simple cuestión. Me interesan más los diálogos entre personajes que hablan de las relaciones de poder, las relaciones sociales, cómo medrar o planificar.

Y eso me conduce al hoy, ahora, a los tratados de política en cinco minutos que son las redes sociales, al análisis político económico de cualquier despistado con altavoz; al poder de informar sobre falsedades, aprovecharlas y convencer a miles, millones de personas de la mentira más absoluta.

Y esto me conduce a afirmaciones como que al pueblo le gusta un buen auto de fe, entre otras afirmaciones genéricas las cuales, como buen refrán o chascarrillo, sirven para una generalización o definición de una sociedad como la nuestra.


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