Perfect Strangers

Cada uno piensa lo que quiere, cada uno escribe lo que quiere. Si recuerdas cómo se escribe, si acaso recuerdas cómo se piensa por uno mismo, porque nos han enseñado a martillazos a pensar todos de la misma manera, bajo un patrón condicionado.

Suenan en mis auriculares, a un volumen adolescente, como corresponde, Deep Purple, quizás no te diga nada. Si eres de espíritu rockero seguro que sí. No me preguntes por qué, suenan esta mañana y, sin darme cuenta, mientras leo, comienza un órgano insinuante para dejar paso en segundos a una guitarra especial:

Perfect Strangers.

Son canciones que me conducen a rememorar a mi hermano Juan (no, no le ha pasado nada, ni falta que hace, es que uno es así. Me he acordado de él, y así somos quienes no tenemos filtro: decimos las cosas cuando vienen).

Mi hermano Juan me llevó, creo que sin él saberlo, por los derroteros del rock and roll clásico; entre ellos Deep Purple. Por suerte, no me engatusó hacia otros gustos musicales que mejor no menciono.

Mientras pienso, suena el estribillo: If you hear me talking on the wind, you’ve got to understand…buah. tío y el rif de guitarra épico (aquí es donde se utiliza de manera adecuada esta palabra, no en los vídeo juegos, amiguitos).

Los hermanos mayores a veces enseñan cosas sin saberlo, otras veces a coscorrones. Juan estaba demasiado lejos de mí como para enseñarme cosas de manera clara, lejos por edad, lejos geográficamente. Me enseñó a desconfiar, me enseñó que, aunque no lo creas, siempre hay alguien vigilando (en el buen y mal sentido) y cuidando de ti (aunque no te hayas dado cuenta). Me enseñó un par de leyes de la calle y a tratar de tener la boca cerrada. Con algunas cuestiones tuvo más éxito que con otras.

Gracias a su colección de tebeos, lapiceros, rotuladores y colores, diferencié la importancia de expresarse uno mismo, aunque te sintieras distinto, a través de canales que antes desconocía; canales que él utilizó tanto tiempo como consideró o la vida le permitió, porque las cosas no son siempre, ni mucho menos, como uno las imagina.

Sigo con el disco de Deep Purple como si la vida no tuviera más importancia, dejándome llevar por los recuerdos de aquel hermano mayor que se reía de mí porque, mientras él corría sin frenos desde la adolescencia más anárquica a la edad adulta, su hermano pequeño caminaba a pasos breves una infancia de niño bonito y ejemplar.

Hay muchas cosas que podría contar, quedan para él y para mí, para el subconsciente.

Pero hoy tocaba hablar de él porque ha sonado bien fuerte el puto Perfect Strangers, a volumen adolescente; ya sabes, esa sensación que no deberías perder: otra enseñanza compartida. Aunque, si ves que se agota, debes recurrir a ella con cautela y pausado deleite.


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