Ladronzuelo Jamás basado en hechos reales Un ladrón, supongo que presunto, por guardarnos las legales espaldas, entró en una oficina de la calle Ancha, de esas que hay enfrente del Val General. Entró indignado, tan indignado como para poner una reclamación porque consideraba que alguien le había robado y, por supuesto, “un hombre no puede permitir que nadie se le mee encima”, dijo como para que su interlocutor, un joven imberbe con chaqueta barata del Springfield y pantalones de Zara, lo entendiera. Este secretario, con dos máster pero sin demasiado vello facial, observa cómo el ladronzuelo -conocido así por los numerosos casos que el bufete le ha llevado con anterioridad y por alguna condena judicial previa- escribe su reclamación con esmero en tres folios con membrete que el abogado administrativo le ha facilitado para tales lides. Redacta con media lengua fuera y la pistola temblorosa en el cinto de su traje de vaquero del Oeste Americano (el de la provincia de Albacete,...
un tipo persigue a mi hijo y a unos amigos con un cuchillo a la altura de mercadona cuando vuelven de la feria de albacete, una feria tranquila donde no suele pasar nada, salvo las chisperas, los casquetes en las esquinas, las indigestiones y las chisperas (¿lo he dicho ya?). te persigue un tipo con un cuchillo y te meas de risa, porque la feria es así: "muchacho, qué risa, casi nos destripa un flipado". y ya tienes una aventura nueva que contar, las carreras, los disparates que decía el borracho o el loco (a los efectos da igual si el cuchillo es largo y afilado), mientras preparas las aventuras del día siguiente. la gente de fuera no entiende estos 10 días de locura, intensidad, pasión por nuestra patrona (siempre me pregunto cómo quedarían las devociones culturales si elimináramos el componente festivo, alimenticio y bebeticio) y desmesura que, no olvidemos, luego nos obliga a seguir saliendo unas semanas más para que nuestra sangre vuelva a la normalidad etílico-coleste...
Para una persona con recursos limitados es complicado hacer un viaje en el tiempo, por más fotografías y Super8 que tenga, por más historias que sus abuelos y progenitores les hayan contado, resulta complicadísimo situarse en Valencia, un 6 de junio de 1963. Para mí es sencillo ir a San Google y mirar las fotografías de una época dorada doradísima donde chicos de 20 y 30 años se querían comer el mundo y sin duda se lo merendarían pocos años más tarde. Ese día, el 6 de junio de 1963 actuó en el Teatro Apolo de Valencia Juanita Reina, y puede que mi abuelo materno se quedara con las ganas de verla, pero no: él se desplazó desde un pueblo pequeño, mitad agrícola, mitad dedicado a la industria textil, a la boda de su hija única, su pequeña, su orgullo. Aquella monada morena y chiquita que se había convertido como por arte de magia en mujer y maestra, en los años en que una mujer podía coser, planchar, servir en una casa o esperar a los años 80. En Valencia esperaba aquel chico guapo, de...