(esto es solo deporte, sirva como recordatorio) me gusta el baloncesto, qué le vamos a hacer. me gusta que en albacete haya baloncesto de calidad, qué le vamos a hacer. y me gusta que temporada tras temporada, haya jugadores implicados en hacernos confiar en un proyecto complicadísimo de sacar adelante; en un momento en el que al baloncesto profesional da pasos de gigante en muchos sentidos. me gusta, me da vidilla; como vidilla me dio el partido de hace unas semanas contra prat , haciendo bueno el tópico de que "hasta que no suene el pitido final, nada está decidido". nada. me gusta este deporte, tío. y más me gusta que podamos vivirlo en albacete; si hay alguien que pone piedras en el camino, que le den por culo (ups, que era solo deporte). siguiente paso a 18 de mayo de 2024: zamora enamora, sí. en el puente de la constitución nos metieron 22 de diferencia, odopijo . al inicio de la primavera nos cascaron 23 puntos, ea. la semana pasada el partido quedó en tablas, aunque ...
hay un tipo que entra en un bar de moda, que es una cafetería de moda, en una tienda que solía ser de barrio, en un callejón por donde no solía pasar la gente demasiado a menudo, que conduce de una plaza a una iglesia, o de una iglesia a una plaza. según te observe la vida. hay un tipo que viene cargado con dos bolsas del consum, le falta el aliento, el plástico se le clava en la palma de las manos como un cordón ardiente. se ha desplazado varias manzanas hasta acercarse a este bar de camino a su casa. un bar donde se afanan por un simulado cambio de turno: es la hora de abandonar las infusiones y empezar a descorchar botellas, a tirar cañas. las camareras lo saben, preparan las cámaras, limpian la cafetera y observan a las parejas que intercambian miradas sobre la carta digital, en la terraza de cinco mesas que hay a escasos metros de la barra, en el callejón por el que no solía pasar demasiada gente. hay un tipo que e...
Para una persona con recursos limitados es complicado hacer un viaje en el tiempo, por más fotografías y Super8 que tenga, por más historias que sus abuelos y progenitores les hayan contado, resulta complicadísimo situarse en Valencia, un 6 de junio de 1963. Para mí es sencillo ir a San Google y mirar las fotografías de una época dorada doradísima donde chicos de 20 y 30 años se querían comer el mundo y sin duda se lo merendarían pocos años más tarde. Ese día, el 6 de junio de 1963 actuó en el Teatro Apolo de Valencia Juanita Reina, y puede que mi abuelo materno se quedara con las ganas de verla, pero no: él se desplazó desde un pueblo pequeño, mitad agrícola, mitad dedicado a la industria textil, a la boda de su hija única, su pequeña, su orgullo. Aquella monada morena y chiquita que se había convertido como por arte de magia en mujer y maestra, en los años en que una mujer podía coser, planchar, servir en una casa o esperar a los años 80. En Valencia esperaba aquel chico guapo, de...